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El Escritor Sin Libro - Capítulo 08

26/4/2017

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Aunque aquel era el escenario y la situación en la que menos me esperaba encontrar, todo era tal y como lo había soñado. El ídolo de mi juventud y yo, yo y el ídolo de mi juventud. Lo que durante tantos y tantos años había soñado estaba sucediendo. Lo tenía frente a mí, a aquella persona que, de alguna manera, había dado el pistoletazo de salida hacia esa vida de adultos, hacia esa ansiada realidad que se ve desde la orilla de la adolescencia.

Todo era tal y como lo había soñado. El ídolo de mi juventud y yo, yo y el ídolo de mi juventud, y casi veinte años más sobre los dos. Casi veinte años son muchos días como para seguir siendo el mismo. Casi veinte años son muchas noches en las que a los sueños les toca siempre desvanecerse al salir el sol. Casi veinte años son muchos caminos. Casi veinte años son muchos errores y muchos efectos que suceden sin causa. Casi veinte años es tanto que ya casi no me acuerdo. Casi veinte años es olvidarse de lo que fue.

Todo era tal y como lo había soñado. El ídolo de mi juventud y yo, yo y el ídolo de mi juventud, casi veinte años más sobre los dos, y tan solo un ligero recuerdo de aquello que fuimos uno y otro.

Él parecía no estar en sus mejores momentos, yo estaba de vuelta de un lugar al que nunca quise ir.

Creo que uno se hace mayor cuando ha aprendido a llorar de unas nueve maneras distintas.

De niño son lágrimas de cocodrilo, de esas gordas que corren mejilla abajo mientras los ojos siguen teniendo ese brillo maravilloso. Unos años después las lágrimas van acompañadas de unos - no quiero esto - o - no quiero lo otro -  mientras nuestros ojos y nuestras hormonas arden. Cuando te rompen el corazón por primera vez, o cuando te crees que te han roto el corazón por primera vez, las lágrimas nacen de la garganta.

Otro tipo de lágrimas viene cuando quieres escuchar - sí - y terminas escuchando - no -, aquí parece que alguien te pone el pie en el pecho y te impide respirar. Un día te das cuenta de que tienes que crecer, y como no quieres, aquí parece que lloras con la boca del estómago. Otro día te das cuenta de que lo que te rodea no es como te lo habían contado, nadie te había dicho que esto iba a ser así, y las lágrimas nacen de un poquito más abajo. Cuando lo apuestas todo por una relación, un trabajo, o un modo de vida, y salen todos los números premiados menos los que tú llevabas parece que una mano te agarra el estómago estrujándolo. Las lágrimas quizás no sean tan gordas como aquellas que echabas de pequeño, pero son finos cristales que hacen surcos alrededor de tus ojos.

Cuando la vida parece que te ha enseñado ya todas sus cartas y sientes que todo está vacío, que has estado viviendo en un mundo de cartón piedra, entonces, un sin-sentido en forma de espesa niebla cala dentro de ti hasta tus huesos, y lloras, lloras desde las mismísimas entrañas. Tu ser, tu esencia más íntima, parece contraerse dentro de ti, parece hacerse un ovillo duro en tu interior, como si estuvieses preñado de algo que no sabes bien qué es. Cuando alguien se va de esta vida de un día para otro, cuando alguien se va antes de tiempo, cuando alguien se va y ya no queda nada de lo que era tu vida hasta ese momento… ahí es cuando te mueres llorando por primera vez de verdad.

En aquellos casi veinte años que habían pasado desde que Jeff Coel fuese mi ídolo de juventud había aprendido a llorar de nueve maneras distintas, y también había llorado de verdad más de una vez. Curiosamente, en todo aquel tiempo también me había dado cuenta de que muchas de las cosas buenas de la vida me habían pasado cuando precisamente me había echado a un lado del camino de mi vida, como si tuviese que dejar paso a lo que tenía que suceder.

Él parecía no estar en sus mejores momentos, yo estaba de vuelta de un lugar al que nunca quise ir y todas las direcciones lo indicaron como destino único. Me encontraba en ese punto de la vida en el que crees que ya lo has visto todo. Estaba en ese punto de la vida en el que crees que ya todo va a ser así. Estaba en ese punto de la vida en el que crees que las cosas deben de ser de una manera determinada. Estaba en ese punto de la vida en el que miras atrás y te preguntas quién coño ha vivido tu vida. Estaba en ese punto de la vida en el que la altura de todo lo vivido me hacía ver el camino recorrido y, como somos tal como somos, miraba cada paso dado con el resentimiento e insatisfacción de haberlo querido dar de otra manera.

Yo tenía esa edad en la que todas esas cosas suceden, porque, como decía Coel, al final siempre sucede lo que sucede.

Continuará...
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