el blog de pedro alarcon
  • BLOG
  • SOBRE mi
  • CONTACTA

El Escritor Sin Libro - Capítulo 12

30/4/2017

Comentarios

 
Imagen
“Te descubrí un verano de vacaciones. Por aquella época tenía una novia, cogimos el coche y nos fuimos a la costa, al pueblo más aburrido de toda la costa. Por las tardes hacía un calor insoportable. Me moría de sed, fui al supermercado, compré una lata de refresco y a la salida vi un expositor giratorio de esos donde hay libros. Cogí uno sin saber por qué, lo pagué, salí del supermercado, llegué a donde estábamos alojados, abrí el libro, y no pude parar de leer hasta que lo terminé. A la vuelta a casa después de las vacaciones dejé a aquella novia. Fin de la historia de tu descubrimiento.
He dejado por lo menos cinco novias y cuatro trabajos por culpa de tus libros. Cuando no te leía empezaba a salir con alguna chica, volvía a leer tus libros y terminaba dejándola. Cuando no te leía encontraba algún trabajo, volvía a leer tus libros y terminaba dejándolo. Creo que cada vez que me asomaba a una de tus historias todo se me quedaba pequeño, todo parecía encoger un par de tallas, lo suficiente para sentir que me ahogaba y tuviese la necesidad de salir de ahí.

Nunca había sido plenamente consciente de esto que te estoy contando hasta este momento. Sabía que de alguna manera me habías marcado con tu obra pero, no sé, parece que se acaba de caer el velo que escondía la directa causa-efecto entre el contenido de lo que escribías y mi día a día.

Te parecerá curioso, pero cada vez que sacabas algún libro nuevo sucedía algo importante en mi vida, algún acontecimiento relevante. Era como si hubiese alguna conexión inexplicable y oculta.

Me dejé el pelo largo, supongo que para parecerme a ti. Me dejé barba de tres días, supongo que para parecerme a ti. Me emborraché más de la cuenta, supongo que para parecerme a ti. Forcé el que me abriesen la ceja en una pelea de bar, supongo que para tener una cicatriz como la que tú también tienes.

Miro al pasado en este justo momento y siento… siento que, no sé… como si tus libros me hubiesen metido prisa. Como si hubiesen sido una voz llamándome a lo lejos, diciendo que dejase cualquier cosa aburrida y cogiese rumbo al horizonte más lejano. Lo que encontraba en sus páginas era todo lo que yo no tenía y quería tener, era todo lo que me faltaba y quería tener, era todo lo que soñaba y la realidad me negaba. Creo que me llenaba de prisa, de urgencia, por no tener nada de lo que decías que existía más allá de la habitación donde sueña un joven. Todo lo que contabas estaba demasiado alto para cualquier persona que no diese la talla, y yo tenía prisa, prisa por crecer para alcanzarlo.

Te creí, creí cada una de las palabras que escribiste. Me creí a todos esos chicos duros que plantaban cara a la vida. Me creí a todas esas chicas guapas que subían en los coches de los chicos duros. Me creí que cada noche era una fiesta. Me creí que el tiempo no pasaba por ninguno de los protagonistas. Me creí la eterna juventud.

Abrir uno de tus libros era desafiar todo lo que había a mi alrededor. Mirar una de tus fotos bebiendo en algún bar, con esas gafas de sol y esa pinta de malo, era gasolina para un pirómano. Ver cómo pasabas de todo, absolutamente de todo, era el indicador de salida de emergencia, y todo ardía a mi alrededor.

Me estoy dando cuenta, no sé… de algo que nunca me había dado cuenta. Quizás me esté dando cuenta de todo, no sé… de todo lo que nunca me había dado cuenta… y siento que me estoy enfadando, enfadando todo lo que nunca me había enfadado.

Aquella chica con la que me fui de vacaciones no era tan mala chica como para dejarla de aquella manera. Aquellas otras cinco novias a las que dejé no eran tan malas chicas como para dejarlas de aquella manera, y aquellos trabajos no eran tan malos como para perderlos.

Si lo pienso bien, y ahora que lo pienso, nunca me ha quedado bien el pelo largo, ni esa barba guarra de tres días, ni mucho menos aquellas borracheras, ni mucho menos esta cicatriz en la ceja…

Cuando se tiene prisa tan solo te da por correr, por correr y correr, sin saber dónde… tan solo correr. Cuando lo quieres todo terminas no consiguiendo nada, lo peor que puedes decirle a un niño pequeño es que escoja todo lo que quiera en una gran tienda de juguetes. Cuando quieres vivir la vida de otro terminas dejando de vivir la tuya propia.

Te creí, creí cada una de las palabras que escribiste. Aquella chica no era tan mala como para dejarla de aquella manera…” – dije mientras me dirigía a mi habitación dando un portazo al cerrar la puerta.

Continuará...

Comentarios

    Categorías

    Todos
    Coaching
    Comienza Una Nueva Vida
    Cursos
    Dinero
    EESL
    Ejercicios
    Escritura Terapéutica
    Frases
    Gente Que Me Gusta
    Humor
    Inspiración
    Libros
    Mis Libros
    Motivación
    Preguntas
    Recomendaciones
    Reflexiones
    Supera Tu Problema
    Tapping
    Terapia De Pareja
    Tutoriales
    Vídeos

Con tecnología de Crea tu propio sitio web único con plantillas personalizables.
  • BLOG
  • SOBRE mi
  • CONTACTA