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El Escritor Sin Libro - Capítulo 30

18/5/2017

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Miraba a Coel, lo miraba casi sin pestañear. Escuchaba a Coel, lo escuchaba empapándome de cada palabra que decía. Seguía sorprendiéndome de que mi escritor favorito estuviese en el salón de mi apartamento, de estar los dos bebiendo cerveza, comiendo sándwiches envasados y patatas fritas de bolsa, y estar charlando a esas horas de la madrugada como dos amigos que hacía años que no se veían.
Si el no haber vuelto a leer sus libros cuenta como no vernos… hacía ya algunos años que Coel y yo no nos veíamos. Seguía teniéndolos, estos seguían teniendo un lugar privilegiado en una de las estanterías de mi casa, siempre, estuviese donde estuviese, y viviese donde viviese. Fueron los únicos libros de los que nunca me deshice en aquellos casi veinte años desde que le descubrí… aunque ya no los leyese como antes, aunque ya no los leyese en absoluto. No sé exactamente cuándo fue la última vez que cerré uno de sus libros y no volví a asomarme a uno de ellos.

A veces pienso que nunca sabemos cuándo será la última vez en la que hagamos algo, ¡y siempre hay una última vez! Vivimos sin querer saberlo, ignorándolo, mirando a otro lado. Vivimos leyendo periódicos, mirando la televisión, distrayéndonos con tonterías… todo para que ni siquiera se nos pase por la cabeza que siempre hay una última vez, y que no sabemos cuándo será.

Siempre hay una última vez en la que ves a alguien con la que has compartido días, semanas, o años. Siempre hay una última vez. Siempre hay una última vez en la que le das un beso o un abrazo a esa persona que te conoce desde pequeño. Siempre hay una última vez. Siempre hay una última vez en la que haces el amor con una persona y ya no vuelves a verla nunca más. Siempre hay una última vez. 

Vivimos sin saber cuándo será la última vez en la que haremos algo. A veces pienso si sería mejor saberlo o no, si sería mejor saber cuándo es la última vez que hacemos algo, o mejor no saberlo. Hay gente que dice que preferiría saberlo, que eso le daría más ganas de vivir. Hay otra gente que dice que preferiría no saberlo, que eso le mataría. Para tener todos dos piernas, dos brazos, una cabeza, un par de ojos, un par de oídos y una boca… nos diferenciamos mucho los unos de los otros.

La cosa era que había dejado de leer a Coel, aunque no sabía cuándo fue la última vez, pero, sí sabía por qué había dejado de leerlo, o al menos tenía mi propia teoría.

Había dejado de leer a Coel porque sus libros me decían que saltase, que saltase desde donde estuviese... y yo, miraba mis espaldas y no veía alas con las que sobrevivir al salto. Dejé de leerlo porque cada uno de sus párrafos señalaba a lo lejos, muy lejos, y yo tenía que estar a las diez en casa. Dejé de leerlo porque me decía que viajase ligero, que viajase tan solo con lo que llevaba en el bolsillo, y yo tenía demasiadas cajas de cartón con un montón de cosas inútiles en su interior para guardar. Dejé de leerlo porque me decía que las cosas buenas suceden cuando todos los demás duermen, y yo tenía demasiado miedo a la oscuridad para quedarme despierto.

También había dejado de leer sus libros porque me decían que saltase, salté y me rompí en mil pedazos. Dejé de leerlo porque cada uno de sus párrafos señalaba a lo lejos, muy lejos, fui, olvidé echar migas de pan para saber el camino de regreso y tardé años en volver a casa. Dejé de leerlo porque me decía que viajase ligero, lo dejé todo, me arrepentí y me pudo la culpa. Dejé de leerlo porque me decía que las cosas buenas suceden cuando todos los demás duermen, dejé de dormir… y dejé de soñar.

Desde la perspectiva que da la edad veía que mi relación con los libros de Coel era un curioso amor-odio. Era como ese amigo que te dice bebe, bebe, y bebe más… luego se ríe porque vomitas y te duele la cabeza, y además te dice que para qué has bebido tanto. Quizás eso era uno de los motivos de la rabieta infantil que me había pillado por la mañana, en la primera conversación con mi invitado.

Coel podría tener mirada de loco, eso era innegable, pero para ser sinceros, a decir verdad, yo no estaba del todo cuerdo.

Continuará...

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