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El Escritor Sin Libro - Capítulo 33

21/5/2017

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Nunca había estado en aquella parte de la ciudad. Giramos la esquina y entramos en un callejón estrecho, anduvimos un poco y llegamos a una puerta. Coel sacó una llave de su bolsillo y la abrió, entramos y volvió a cerrar. Todo estaba oscuro, a tientas llegamos a un recibidor donde entraba algo de luz del día por una claraboya que había en el techo y hacía que al menos se identificasen algunas formas. Aquel lugar tenía un olor especial, una mezcla de papel, humedad y alcanfor. Por cómo se movía y la seguridad con la que lo hacía parecía que Coel conocía perfectamente aquel sitio.
“Aquí lo tienes, el mejor lugar para hacer tus preguntas” – dijo el improvisado anfitrión de aquella estancia mientras abría unas puertas dobles de par en par y subía los diferenciales de un cuadro de eléctrico. Aunque tímidamente, todo se iluminó. Di un par de pasos y ante mí pude ver lo que era un pequeño cine, o un teatro… Hileras de butacas elegantemente tapizadas en una especie de terciopelo granate a izquierda y derecha de un pasillo central que llegaba hasta un fondo en el que había un escenario con dos grandes cortinajes a cada lado.

Parecía que habíamos dado un pequeño salto atrás en el tiempo al entrar en aquella sala. Los respaldos y reposabrazos de las butacas, la gran lámpara que colgaba del techo, algunos apliques de luz dorados sobre la pared, y otros detalles de la decoración, revelaban un pasado lujoso y mucho mejor aprovechado que el destino, el descuido, y el polvo que el presente le había dado.

“Si hay algo que se asemeje al mundo es una sala de cine, un teatro, un auditorio… Se asemejan y se parecen porque en ellos, al igual que en la vida, también se representa una función, una mentira, una mentira consensuada. Escritores mentirosos que escriben mentiras que parecen verdad, mentiras tan bien interpretadas por mentirosos que también aparentan ser verdad… parece como si el eje sobre el que girase el universo fuese la mentira y la verdad tan solo fuese un simple satélite que jamás podrá salirse de su órbita.
Como en la vida, aquí, también hay dos grandes grupos de personas… las que están arriba en el escenario y las que están abajo mirando desde su butaca. Ningún grupo es mejor que otro. Nos han querido vender la idea de que a lo mejor uno es mejor que otro, pero ninguno es mejor que otro. Uno existe gracias al otro, y viceversa.

Hay miles de papeles que interpretar, miles de guiones que seguir, miles de funciones que llenar de público, ¡hay para todos! Hay miles de funciones a las que asistir, miles de guiones con los que soñar, miles de personajes de los que enamorarse, ¡hay para todos! Ningún grupo es mejor que otro… y todo va bien. Todo va bien mientras todos sepan que todo es mentira… el problema viene cuando alguien se termina creyendo lo que representa o lo que ve, lo que le ha tocado interpretar o lo que perciben sus sentidos, ¡ahí viene el problema, olvidarse de la mentira!

A veces me pregunto en qué grupo estarán el Dios y el Diablo que nos han querido hacer creer. ¿Interpretará Dios, y el Diablo lo mirará sentado desde su cómoda butaca comiendo palomitas y bebiendo Coca-Cola?, ¿o será el Diablo el que pise el escenario, y Dios lo mire repanchingado desde su butaca pensando que él lo podría hacer mejor?

Hay miles de papeles que interpretar, miles de guiones que seguir, miles de funciones que llenar de público, ¡hay para todos! Hay miles de funciones a las que asistir, miles de guiones con los que soñar, miles de personajes de los que enamorarse, ¡hay para todos! Ningún grupo es mejor que otro… y todo va bien. Todo va bien mientras todos sepan que todo es una mentira, una gran mentira que llevamos a cabo para consumir el tiempo de espera, de espera a no sabemos muy bien qué… El problema viene cuando alguien se termina creyendo lo que hace, o lo que ve, lo que le ha tocado interpretar, o lo que perciben sus sentidos, ¡ahí viene el problema, olvidarse de la mentira!, ¡ese es el gran problema, olvidarse de que todo es mentira! – dijo Coel mientras subía al escenario por unas pequeñas escaleras que había en el lado izquierdo del escenario.

Continuará...

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