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El Escritor Sin Libro - Capítulo 39

27/5/2017

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“¿Por qué dejaste de escribir?” – volví a preguntarle nuevamente desde la butaca en la que me encontraba sentado.

“De nuevo te diré que ninguna respuesta que se pueda dar a un - por qué - es correcta, de nuevo te diré que nunca se puede responder a un - por qué -, de nuevo te diré que nada puede llenar el espacio que crea el preguntar - por qué -, pero de nuevo te voy a responder de todas formas…

Dejé de escribir por tres motivos.
El primero fue porque alguien creyó en mí. Un día, un día hace mucho tiempo, la única persona que ha creído en mí en toda mi vida, por encima del tiempo y del espacio, de la salud y de la enfermedad, de la pobreza y de la riqueza, de la existencia y de la nada más absoluta… me dijo que si ella fuese yo viviría, que si ella fuese yo viviría cada segundo de la vida que me quedaba por vivir…  Al final me convertí en un vividor de verdad.

El segundo motivo fue para no morirme de pena. Un día, un día hace mucho tiempo, antes de que saliese el sol me di cuenta de que las baldosas que escribía para seguir caminando eran tan solo maquillaje para una herida por la que se desangraba el alma poco a poco y sin remedio. Me paré, me quedé completamente parado mientras me daba cuenta de que aquello no taponaba en realidad ninguna herida.

Aunque pareciese otra cosa, todo era una nada, una absoluta nada. Todo el futuro que seguía frente a mí seguía siendo una gigantesca y terrible hoja que continuaba en blanco, y había que vivirla en vez de escribirla. Vivir, esa era la única terapia que me sacaría de una locura que me seguía paralizando. Al final me convertí en un vividor de verdad.

El tercer motivo fue que escribí tanto, tanto y tanto… inventé tanto, tanto y tanto… mentí tanto, tanto y tanto… que ya no supe hacer otra cosa. Confundí respirar con escribir, y aunque creía que respiraba, tan solo estaba conteniendo la respiración… hasta que ya no pude más, hasta que supe que vivir es continuar respirando, primordial y esencialmente eso, seguir respirando. Al final me convertí en un escritor de verdad.”  - terminó de responder Coel a la segunda pregunta que le había hecho.

Son muchas las veces en las que se termina algo por la misma razón por la que se empezó. Se terminan relaciones por la misma razón por la que se empezó. Se deja de dar un beso por la misma razón por la que se empezaron. Se deja de abrazar por la misma razón por la que se empezó. Se deja de respirar por la misma razón por la que se empezó, ¡aunque no sepas por qué empezaste!

Todo parecía ser un círculo en eterno movimiento. Todo parecía girar y girar como en aquel tiovivo en el que me gustaba montar de pequeño. Subido en uno de los caballitos de aquella atracción de feria giraba y giraba, mi madre me miraba siempre con cara de ilusión desde el mismo sitio, ella no se movía de sitio, siempre estaba allí, y yo giraba y giraba. Ahora algo había cambiado… El tiovivo seguía girando y girando, pero ahora era yo el que siempre estaba en el mismo sitio, el que siempre estaba allí, y todo lo que me rodeaba cambiaba continuamente de lugar y perspectiva.

Son muchas las veces en las que se termina algo por la misma razón por la que se empezó, y nosotros no escapamos a esa ley.

Continuará...
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