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El Escritor Sin Libro - Capítulo 62

19/6/2017

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Volví a no entender muy bien a qué se estaba refiriendo Coel con aquellas afirmaciones un tanto mesiánicas.  Mi estado, aquella sensación de encontrarme medio-dormido, o medio-despierto, en una acomodada nube, tampoco me ayudaba mucho a conseguirlo. Yo continuaba allí, como si no supiese muy bien por dónde me daba el aire, en aquel reservado desde donde podíamos observar a todas las personas que había en aquella gran sala.
“Eres afortunado, quizás a lo mejor no eres todavía consciente de ello… pero, eres un gran afortunado. A veces toda la suerte, todo el destino, y todo el porvenir, consisten en estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Tú lo estás. Tú estás en el lugar adecuado, en el momento adecuado… y con el superpoder adecuado” – dijo Coel, que continuaba mirándome fijamente a los ojos.

Algún gesto de asombro o confusión tuvo que ver en mi cara que le hizo pensar que yo continuaba sin tener ni idea de a lo que se refería cuando hablaba de eso de los superpoderes.

“Quizás todavía no te has dado cuenta… pero, lo tienes, está justo ahí, mucho más cerca de lo que crees, mucho más cerca que tu propia mano, o mucho más cerca que el latido de tu corazón. Quizás todavía no te has dado cuenta… pero, lo tienes… lo tienes justo ahí” – dijo Coel señalando con su dedo índice a mi cabeza.

Ese momento, justo ese momento, justo en ese preciso instante, sentí una de las experiencias más extrañas que había vivido en toda mi vida. Aquella sensación, que venía sintiendo desde que desperté, no sé muy bien cómo, en el interior de aquel precioso deportivo con el que habíamos llegado hasta allí, desapareció de repente. Si hay algo más rápido que - de repente - esa es exactamente la velocidad a la que aquella sensación desapareció. Era como si mi cabeza, mi cuerpo, y el resto de mis sentidos fuesen un cielo completamente cubierto de espesas y oscuras nubes… y en micras de segundo todo aquel cielo quedase completamente descubierto, radiante, limpio. Nunca he estado al borde la muerte, ni he tenido experiencias de esas en las que te ves en un túnel con luz al final ni cosas por estilo… pero, aquello que estaba sucediendo en mi interior no era del todo normal.

Yo, hasta los últimos acontecimientos, era un tío normal, con sus cosas, con sus cosas normales de persona normal y corriente, con sus rollos mentales, con sus problemas, con sus culpas, con sus arrepentimientos, con sus diálogos internos, con sus cacaos y líos mentales… ¡lo normal de una persona normal! Aquello que estaba sintiendo en ese momento no era para nada normal.

Yo, hasta los últimos acontecimientos, era un tío normal, de esos que se levantan y van a trabajar, que se alegran si echan alguna película buena en la televisión, que le echan gasolina al coche cuando se enciende la luz de reserva, o que se cortan a veces al afeitarse… ¡lo normal de una persona normal! Aquello que estaba sintiendo en ese momento no era para nada normal.

Algún gesto de desconcierto, caos, o alucinamiento, tuvo que ver Coel en mi rostro que le hizo pensar que algo había cambiado, que algo ya había sucedido en mi interior, en mi cabeza, en mi mente, o dónde cojones se originase toda aquella extraña sensación. Mi anfitrión miró aún más fijamente a mis ojos, acercándose a mí, como si quisiese ver algo concreto en ellos.

“Está ahí, ya está ahí…” – dijo mientras se carcajeaba rotundamente y seguía señalando a mi cabeza con su dedo índice.

Continuará...

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