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El Escritor Sin Libro - Capítulo 83

10/7/2017

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Hay personas en el mundo a las que quieres querer, a las que te gustaría abrazar y no separarte de ellas nunca, nunca jamás. Hay personas en el mundo con las que te gustaría haber pasado días y días, horas y horas a su lado, hablando, jugando, comiendo, viendo la televisión, paseando... Hay personas en el mundo con las que te gustaría haber estado más cerca, y no pudo ser.
Él era esa persona a la que quise querer, a la que hubiese querido abrazar, y no separarme de ella nunca. Con la que me hubiese gustado ir al cine y comer palomitas, con la que me hubiese gustado ir a jugar al futbol, con la que me hubiese gustado leer un cuento antes de dormir, con la que me hubiese gustado ir de vacaciones a algún lugar, a alguno de esos dónde todo el mundo va de vacaciones, a un lugar de esos con playas abarrotadas donde va todo el mundo.
 
Esa persona era mi padre. Él era ese no pudo ser. La persona a la que más he querido querer, y la persona a la que menos pude querer en mi vida. La persona a la que más he querido cuidar, y la persona a la que peor he tratado. Esa persona era mi padre.
 
La persona que un buen día conocí, sin elegirlo yo, y seguro que, sin planearlo él. Sin saber qué cara tendría, y sin saber él que cara tendría yo. Él era quien en los últimos meses había echado tanto de menos.
 
Lo había echado de menos, ¡lo echaba de menos!, lo sé, lo sé y lo notaba porque el vacío que a veces sentía era más físico de lo que, en principio, suelen ser los vacíos, las nadas, y las no-existencias. Sabía que lo echaba de menos, que lo echaba demasiado de menos, porque cada vez que me acordaba de él me quedaba reducido a un pobre niño con miedo, encogido en algún rincón de mi cuerpo, detrás de la valiente piel que siempre se ve y que seguía mostrando a todos los que seguían a mi alrededor.
 
Lo echaba de menos, ¡lo echaba mucho de menos!, y eso que hubo años en los que no nos hablamos, y eso que hubo situaciones en las que no nos miramos. Lo echaba de menos, ¡joder, lo echaba de menos!
 
Él era la persona a la que más había querido querer, y a la que menos había podido querer. Debería decir, debería pensar algo más, pero tan solo me sale decir que le echo de menos, que le echo de menos, que le echo de menos...
 
En la vida ha habido dos personas a las que he tratado mal, a las que he tratado más mal que a nadie, una ha sido él, la otra he sido yo mismo desde que él faltó, desde que él se fue, desde que él murió. Una persona he sido yo, y la otra ha sido él. La otra ha sido él por no haberle dado un abrazo a cada minuto, un beso a cada minuto, y haberle vuelto a abrazar a cada minuto… eso era lo que se merecía, y lo más importante, era lo que me pedía el corazón. La otra era yo, yo por haber parado mi vida, por haber dejado de tener ganas de que saliese el sol por la mañana desde que él murió, desde que él murió.
 
Los últimos meses había echado de menos esas cosas de él que antes tanto me irritaban. Había echado de menos sus manías, sus cabezonerías, cuando no me miraba a la cara… Es curioso esto de echar de menos, quién me iba a decir, cuando tanto me enfadabas, cuando tanto te enfadabas… que lo que más nos echaríamos de menos serían las cosas que precisamente en ese momento nos separaban.
 
A veces me gustaría volver a llevarte la contraria, volver a decirte que estás equivocado, eso significaría que te lo podría decir en persona. A veces querría que me volvieses a dar consejos, que me dijeses cómo hacer las cosas, eso significaría que te podría escuchar, que estás aquí.
 
Te conocí, sin planearlo, sin elegirte… y te perdí un día, antes de que saliese el sol, también sin planearlo, y sin elegirlo.
 
Te echo de menos, me duele, me duele el echarte de menos. No podría decirte dónde exactamente, pero, creo que debe ser muy muy muy cerca del alma, porque me he roto brazos y piernas, porque me he caído, accidentado, resfriado, golpeado dedos, sacado muelas… y no es, en absoluto, comparable a este dolor.
 
Si me paro por unos momentos, y me miro al espejo, veo que tengo muchas más cosas tuyas de las que un día tuve. Si me paro por unos momentos, y me miro al espejo, siento que me gustaría tener muchas más cosas tuyas de las que ahora tengo. Si me paro por unos momentos, y miro dentro de mí, veo que tengo muchas más cosas tuyas de las que un día no quise. Si me paro por unos momentos, y miro dentro de mí, siento que tengo tantas cosas tuyas que parece que no te hayas ido.
 
Te echo de menos, te echo de menos rodeado de gente, cuando sonrío sin ganas de sonreír, y luego me aparto por un momento para preguntarme por qué tenemos que poner buena cara a nadie, por qué no podemos quedarnos encerrados en casa los próximos cien años, hasta que se nos pase lo que sentimos.
 
Me enfada, me irrita, me corroe, me empacha mentalmente y me agota el pensar que hay que perder para valorar lo que se tenía, que hay que dejar de ver a alguien para querer que esté a tu lado, que hay que equivocarse para ver que tenías la razón, ¡que tenías toda la razón!
 
Cada mañana, cada mañana desde que te fuiste, me he despertado con la sana intención de despedirte, de decirte adiós, de dejar de llorarte tanto como te he llorado durante todo este tiempo. Y cada mañana me vuelvo a aferrar a tu recuerdo, aunque este me cueste demasiadas lágrimas, aunque me cueste dolores de cabeza, aunque me cueste caer agotado, aunque me cueste ver el sin-sentido de todo lo que me rodea.
 
Por poético que pueda sonar, daría lo vivido por darte un abrazo, y acortaría lo que todavía no he vivido para disfrutarlo contigo, a tu lado. Si algo te quiero… si algo te quiero debería dejarte marchar en paz, soltar el miedo a reconocer que ya no estás. Si algo me quiero… si algo me quiero debería seguir con mi vida, con esto que de vez en cuando llamo vida, retomando la última escena en la que tuve ilusión y brillo en los ojos.
 
Te echo de menos, te echo de menos tanto que no lo sé ni explicar, tanto que no lo sé ni describir. No sé si te quiero, o si no te quiero. No sé si estoy enfadado contigo, o si no lo estoy. No sé si quiero volver a verte, o si no quiero… No sé nada, solo sé que no sé nada, pero mientras lo averiguo, pero mientras me aclaro, mientras lo concreto… por favor, estate aquí a mi lado. Ya pactaremos cuánto tiempo, ya pactaremos el lugar, ya pactaremos las condiciones y las cláusulas, pero, por favor, vuelve aquí a mi lado.
 
Me hubiese gustado ver la primera vez en la que me cogiste en brazos. Hoy te echo de menos. Hoy vuelvo a verte en este callejón oscuro, perdido en la ciudad, perdido en mí, viviendo una especie de broma del universo. Hoy vuelvo a verte.

Continuará...
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