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El Gurú de la puerta de al lado

19/2/2016

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Hubo una etapa en la que me dio por buscar el Sentido de la Vida. Esta sed me llevó a sumergirme en libros y más libros… algunos de ellos muy muy raros que todavía aún no sé decirte muy bien de qué iban. Esta imperiosa necesidad también me llevó a
echarle un ojo a distintas religiones, filosofías, doctrinas y disciplinas para ver si en sus enseñanzas estaba lo que yo andaba buscando… algunas de ellas muy muy raras que todavía aún no sé decirte muy bien de qué iban…

Pero sobretodo, en aquella etapa de mi vida, me dio por VIAJAR… por echarme una mochila al hombro e ir por el mundo buscando a esa persona que me pudiese enseñar lo que yo quería saber, a esa persona que me dijese las palabras mágicas que abrirían la puerta del misterio de la vida, a esa persona que me dijese esa frase perfecta que lo cambiase todo en mi existencia…


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Busqué en la América más lejana, busqué en la Europa más bohemia, busqué en el África más carente de todo… Cada viaje “iniciático” que me programaba tenía como objetivo principal aquella búsqueda del sentido de todas las cosas. Busqué bajo la lluvia y bajo un sol mortal, busqué en los barrios más pobres y en las zonas más lujosas, busqué en las madrugadas más pobladas y en los amaneceres más deshabitados… y siempre volvía a mi día a día con la misma sensación de no haber encontrado lo que tan tan tan lejos me había ido a buscar.

Así un año y otro y otro…

Las personas que había a mi alrededor en aquellos días veían aquellas experiencias viajeras como aventuras increíbles, como oportunidades perfectas de conocer otras culturas, puntos de vista y pegarme la fiesta padre…  incluso despertaba alguna que otra envidia sana por estar cada dos por tres perdido por el mundo… Esas personas veían aquellas idas y venidas como “simples” vacaciones… pero, yo, en mi interior, sabía que aquello de vacaciones no tenía nada, sino que se trataba de una especie de “misión” en la que el objetivo era seguir buscando y buscando aquel maldito Sentido de la Vida que ya tardaba en aparecer…

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Tras aquellos viajes, algunos de mis amigos me pedían que les contase cosas de por “ahí fuera”… para todos ellos ponía mi mejor sonrisa y dialéctica y les deleitaba con unas cuantas experiencias de viajero al uso, pero… hubo un día en el que tras una de esas exposiciones de catálogo de viaje una persona me miró fijamente y tuvo que ver la gran insatisfacción que encerraban mis ojos tras aquellos viajes que, a vista de todos los que me rodeaban, parecían de lo más fantásticos… y me digo, casi sin conocerme de nada y sin decirle yo nada… que todo aquello que estaba buscando por ahí fuera, tan tan tan lejos, me lo podía decir alguna de las personas que tenía mucho mucho mucho más cerca - dijo extendiendo su brazo y señalando a un señor gordo con la camisa semi-desabrochada a punto de estallar que justamente pasaba por delante nuestra en ese momento.

En aquella milésima de segundo mi educación tuvo que ser más fuerte que la estúpida insolencia de mi juventud porque aun teniendo ganas de decirle a aquella persona que qué coño sabía ella de lo que yo andaba buscando por el mundo… no lo hice. Así es que tuve y tengo que reconocer que aquel “tonto”, “simple” e “inesperado” instante me enseño más que todos aquellos “viajes iniciáticos” que había realizado hasta entonces.

Aquella persona que me acaba de descuadrar mis intenciones de seguir buscando el Sentido de la Vida me dijo que si quería irme de viaje por ahí… ¡perfecto!, que me fuese ligar con todas las chicas que pudiese, que me fuese a probar todas las comidas raras del mundo, que me fuese a bailar en todas las discotecas de moda que hubiese, que me fuese a visitar todos los museos de arte… pero que lo que yo estaba buscando por ahí me lo podía decir cualquiera de las personas que estaba a mi alrededor…


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A veces, llevados por el desconocimiento, por la moda o por el exotismo más radical corremos a la India, a África, o a América en busca de ese “gurú” que nos miré y que nos haga eternos, que nos ofrezca una iluminación súbita y que nos revele los grandes misterios y secretos de la existencia,… Si es un anciano de largas barbas blancas solitario que vive comiendo hojas en una cueva en el Himalaya… ¡mejor! Si es un antiguo jefe-chamán de una tribu de aborígenes… ¡mejor! Si es en una comuna de buscadores de la Verdad Universal en la que tan solo se come tofu y lechuga… ¡mejor! Si es a 10.000 kilómetros de tu casa… ¡mejor! Si pagas 3.000 € por una semana buscando tu niño interior… ¡mejor!... Lo que sea, pero que sea lejano y exótico. Lo que sea, pero que sea a gran distancia de nuestro doméstico día a día…

Aquella persona que me miró a los ojos, que me cabreó, que me irritó, que me contrarió y me dijo que lo que lo que estaba buscando podía estar mucho más cerca de lo que yo creía… ¡fue mi gurú en aquel preciso y precioso momento!


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Muchas veces tenemos a nuestros gurús mucho más cerca de lo que creemos: ese compañero de trabajo gilipollas que no aguantas puede ser tu gurú, ese día difícil en el que nada te ha salido como has querido puede ser tu gurú, que te despidan de la noche a la mañana de tu trabajo puede ser tu gurú, que tu pareja te deje por otra persona puede ser tu gurú,…

Esa panadera, ese camarero, ese conductor de autobús, ese policía, ese mecánico… ¡todos ellos pueden ser tu gurú!

Ese video que te hacer reír a carcajadas puede ser tu gurú, ese diagnóstico que no te esperas puede ser tu gurú, ese abandono puede ser tu gurú, ese limpiaparabrisas roto en medio de una lluvia torrencial puede ser tu gurú,…

¡Cada segundo en el que aún respires puede ser tu gurú!

Eso que tanto y tanto deseas encontrar puede estar en el lugar donde te encuentras ahora mismo, eso que tanto y tanto deseas aprender puede ser que te lo enseñe el gurú de la puerta de al lado.

Si te ha gustado esta entrada puedes compartirla con cualquier persona que creas que necesita saber que ya es maravilloso tal y como es, y que lo tiene todo al alcance de su mano en este mismo momento. Muchas gracias por estar ahí, nos vemos en la próxima entrada.

¡Mahalo nui loa!


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