Soy pura biografía, la lástima es que no es la mía. La lástima es que lo que soy, esta biografía bípeda, no está inspirada para nada en mi vida. Y así voy, y así sigo, y así camino... hecho de trocitos de otros, de sus deseos, de sus gustos, de sus odios, de sus sueños y de sus pesadillas. Alguien dijo alguna vez que todo espacio vacío tiende a llenarse. Lo peor que te puede pasar en la vida es estar vacío, porque te terminas llenando de todo, y apenas terminas dejando espacio para ti. Es como si dejases las puertas y ventanas de tu alma abiertas de par en par y fuese ocupada, y a la larga, no fueses dueño de nada tuyo. Soy las voces de otros, un eco hecho cuerpo. Una sonrisa abandonada a la puerta de un cine en donde tan solo proyectan películas tristes. Una huida justo en el momento en que empieza lo mejor.
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Hoy me he levantado con ganas de ser cualquier otra cosa, cualquier otra cosa que no tenga prisa y vaya de un lado hacia otro sin saber muy bien por qué. Hoy me he levantado con ganas de ser Silencio, pero no un silencio cualquiera, sino de esos que vienen de dentro, que nacen cuando todo se para y tan solo sigue latiendo el corazón. Los silencios de fuera son fingidos, y muchas veces el preludio de una batalla… Los silencios de nuestro interior, esos que nacen cerquita de donde nuestra alma se echa la siesta cada tarde, esos son verdaderos, y muchas veces el preludio de algún beso robado. Hoy me he levantado con ganas de ser Silencio, de ser ese no hablar, de ser ese no hacer nada. Tan solo silencio cerca de ti, justo en ese presente, disfrutándonos el uno al otro. Silencio.
Disfracémonos. Quitémonos nuestra piel, nuestro nombre, nuestros recuerdos y seamos nada. Luego busquemos cualquier otro cuerpo de esos que habitan la Tierra y vivamos dentro de uno, da igual el color, da igual la forma, da igual el sexo, da igual la clase social… todos son, al fin y al cabo, tan solo vehículos. Metámonos dentro de uno de ellos, tú en un lugar del mundo y yo en el lado contrario… y busquémonos. Hagamos que ese cuerpo, con esa mente, se despierte con la imperiosa necesidad de buscar, aunque no sepa el qué, de buscarte, aunque no sepa quién eres. Hagamos que tengan prisa, que lo dejen todo, que hagan la maleta con cuatro cosas y que salgan de donde estén… y que se dirijan sin saberlo allí donde les lleve el aire fresco, que les susurra en un lenguaje desconocido, y donde el corazón lata alegre. Hagamos que crucen medio mundo cada uno para encontrarse, para verse por primera vez y recordarse de miles de vidas anteriores, para volver a quitarse la piel debajo de unas sábanas y ser tan solo nada.
Miro mapas. Los miro pensando dónde ir, los miro buscando lugares escondidos a los ojos de todos, los miro para encontrar dónde perderme contigo. Lo hago en silencio, en un rincón de mi habitación, casi a oscuras, con la intención de que ni siquiera el tiempo lo sepa, y nos deje en paz en una especie de oasis eterno. Los miro con intención, con deseo, con propósito, con determinación, con la única de idea y objetivo de irme contigo a algún lugar y no volver nunca. Nunca más. Busco ese lugar en el que al llegar nos reciba el Destino con algún capricho para compartir juntos. Busco ese lugar en el que el azar y el viento soplen siempre a nuestro favor. Busco ese lugar en el que nos miremos, sonriamos y sepamos que será allí donde todo empezará, y donde todo terminará a modo happy ending. Mientras tanto miro mapas. Los miro detalladamente, sin hacer ruido, casi a oscuras, con la única idea de perderme contigo.
Hoy mismo, pero hace demasiado tiempo… me desperté en mi cama y terminé durmiendo lejos, muy lejos, en un lugar extraño. Crecer es dormir lejos, crecer es extrañar el cuarto en el que cierras los ojos al final del día, crecer es estar solo mientras nadie a tu alrededor sabe que lo estás.
La distancia, en los adultos, viene a ser lo mismo que la fiebre en los niños pequeños, después de sufrirla lo suficiente, te hace crecer. Nadie quiere crecer, por eso tarareamos canciones que no conocemos, por eso caminamos mirando al suelo… y por eso seguimos temiendo a la oscuridad. En la oscuridad se encuentra lo desconocido. Todo lo que es desconocido nos hace crecer. Un niño no crece por aumentar su estatura, un niño crece porque termina conociendo. Ya te lo he dicho antes, todo lo desconocido nos hace crecer. El tiempo te hace olvidar, y esas arrugas que se empiezan a dibujar alrededor de los ojos te hacen recordar. Los espejos son alarmas de despertadores que nos sacan de nuestros más dulces sueños. Los espejos no engañan, puedes decidir mirarlos o no, pero los espejos no engañan nunca. Esta mañana mi espejo me ha dicho que hoy mismo, pero hace demasiado tiempo, comencé a crecer. Empecé a hacerlo a cada paso que me alejaba de todo lo que conocía, empecé a hacerlo a cada lágrima que echaba escondiendo mi cabeza debajo de una almohada extraña, empecé a hacerlo en el momento que quise dejar de mirarme al espejo para dejar de crecer. Todo eso pasó hoy mismo, pero hace ya demasiado tiempo. Te pienso. Aunque esté a tan solo un par de minutos de verte aparecer por la puerta te pienso. Quizás porque no tengo nada mejor que hacer en este tiempo o quizás porque no quiero hacer otra cosa mejor. Te pienso. Te pienso y sonrío, sonrío aquí solo, en medio de esta cafetería en la que nunca he estado y hemos quedado. Aquí, sentado en esta mesa vestido de anónimo para todos los que me rodean. Te pienso. Te pienso porque hacerlo me hace sonreír. Te pienso porque hacerlo me hace feliz, como lo haces tú desde el primer minuto en el que te conocí. Mientras llegas, aquí seguiré, disimulando para todos las inmensas ganas que tengo de verte. Te pienso.
Cada segundo que pasa debes de estar ya un paso o dos más cerca, y aun así te pienso, aun sabiendo que puedes aparecer en cualquier momento por esa puerta. Te pienso y solo quiero una cosa, y como solo quiero una cosa por eso te pienso. Te pienso, si no lo hago parece que el tiempo va más lento, y esta tarde, precisamente esta tarde, lo que quiero es que estés aquí, ¡ya!. Te pienso y no me cabe duda. Te pienso y érase una vez. Te pienso y las mil y una noches. Te pienso y me hago el favor. Creo que lo he aprendido bien, párrafo por párrafo, letra por letra. Aunque las cosas del corazón no hay que memorizarlas siempre me ha gustado jugar con un as en la manga, ¡contigo no quiero perder nunca! Te pienso y lo tengo decidido. Completamente decidido. Completa. Mente. Decidido. Será esta tarde, después de que cruces la puerta de este local tan solo como tú sabes cruzar la puerta de locales como éste. Después de que me veas sentado al fondo de la cafetería. Después de darme uno de esos besos en los que parece que hace años que no me ves. Después de sentarte y no saber dónde poner el bolso. Después de mirarme de esa manera que tan solo me hace desear que todo el mundo salga inmediatamente del local. Después de cogerte tu mano… será después… después de todo esto te lo diré… Sí, esta tarde te diré que para siempre, que eternamente, que hoy-mañana-y al otro… Sí, dentro de un rato te diré que cada mañana, que cada atardecer, y que buenas noches palomita dulce de fresa. Te pienso y… sí, te lo diré esta tarde. Te pienso y… ¡ya te veo entrar por la puerta! Mirarnos las manos es darnos cuenta de que las lineas dibujadas en las palmas no son pura casualidad. A veces Dios se equivoca al repartir los guiones, pero es demasiado tarde para parar la función y empezar de nuevo. Por eso las cosas no salen muchas veces como queremos y nos resulta todo tan raro. Hay quienes estudian años y años, y no saben curar ese tipo de heridas que todos tenemos, que todos escondemos, y que ninguno sobrevive a ellas. A veces la vida se olvida de nosotros pena a pena, rompiéndonos en mil gotas y recogiéndonos en un vaso sucio. Lo inútil es sentarse a esperar que crezca lo que alguien ha escondido en nuestro corazón sin darnos cuenta. Volar, salir de aquí, es darnos cuenta de que alguien ha escondido algo en nuestro corazón y espera que eso crezca.
La búsqueda del placer puede hacer que recorras miles de kilómetros para darte cuenta de que lo que buscas puede estar cerca, mucho más cerca de lo que crees, justo debajo de tu piel.
El ser humano no está hecho para ver lo pequeño, para apreciar detalles insignificantes, por eso siempre todo nos parece igual, por eso siempre todo nos parece lo mismo. El día que empezaron a morir la sutileza y los matices, fue el día en el que el hombre tan solo pudo aspirar a una gran bofetada como si fuese la caricia más apreciada. La realidad no es más que los millones de pequeños detalles que no vemos, que nunca hemos visto y que, muy probablemente, nunca alcanzaremos a ver. Cuando no somos capaces de ver la realidad que nos rodea tan solo nos queda morir de ficción en algún oscuro rincón. Pero la oscuridad también puede ser el principio de algo. Querido ayer: te he deseado tan lejos de mí, que has tomado forma de tatuajes adornando un cuerpo que desprecio a diario. A veces busco en los rincones más peligrosos de la puta ciudad donde todos morimos al despertar cualquier mierda que nos permita mirar al sol sin quemarnos vivos. Algunos lo llaman vicio, otros pura supervivencia. En demasiadas ocasiones desearía que fueses tan solo un sueño, uno de esos sueños en los que tan solo con abrir los ojos está uno a salvo. Uno de esos sueños que se tienen después de un naufragio, en los que a salvo desde la orilla veo todas mis cosas flotando en un océano sin fondo… y me arrepiento de no haberlas perdido antes.
Sonreír y asentir con la cabeza, es el producto ideal, la estrategia definitiva para que todos te dejen tranquilo con mil historias haciendo malabarismos entre neuronas. No hace falta ser muy inteligente, eso da igual cuando quien tienes en frente no sabe escuchar. Pero sonríe, sonríe y no dejes de asentir con la cabeza. No hace falta nada más. Eso es casi todo. Los demás volverán al triste rincón de donde salieron y tú podrás seguir planeando volar hasta el sol para apagarlo de un abrazo y, cuando todo pase, seguir sonriendo y asintiendo con la cabeza. No hace falta nada más. Eso es casi todo lo que hay que hacer para sobrevivir.
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